Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el último año 1 de cada 6 personas mayores de 60 años sufrieron algún tipo de maltrato, de abuso, a nivel comunitario, siendo mayor en las residencias geriátricas y centros de atención comunitarios. Dos de cada tres trabajadores de estas instituciones indican haber realizado malos tratos en el ultimo año.
El maltrato de personas mayores está definido (OMS) como la ‘acción, única o repetida- o la falta de la respuesta apropiada, que ocurre dentro de cualquier relación donde hay expectativa de confianza y donde dicha acción produzca daño o malestar emocional al adulto mayor’. El maltrato puede ser: físico, psicológico/emocional, económico, sexual, también reflejar un acto de negligencia intencional o por omisión. Hay que resaltar, y de manera iimportante, la violencia estructural traducida en aquellas situaciones en las que se produce un daño en la satisfacción de las necesidades humanas, como la adecuada, oportuna y favorable atención de la salud. Según el esquema de J Galtung, a diferencia de la violencia directa que es visible, la estructuctural y cultural son generalmente invisibles.
Este problema social que pasa casi inadvertido, existe en países de altos y bajos recursos y no se notifica suficientemente. El aumento de la población adulta mayor especialmente en Latino América y Asia, releva la importancia del 15 de Junio, día asignado por Naciones unidas como ‘Día Mundial de Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez’, fecha para fomentar la sensibilización y toma de conciencia.
Ahora que globalmente se enfrenta una crisis de salud sin igual, las personas mayores se han convertido en una de sus víctimas más visibles. La crisis, en todo orden, generada por la pandemia del COVID- 19 ha puesto en evidencia las limitaciones de acceso a los servicios de salud esenciales, reduciendo en la población adulta mayor la reducción de los servicios críticos no relacionados con la pandemia aumentando los riesgos para la vida de los adultos mayores.
No solamente eso, sino que para los que transitan la vejez y tienen comorbilidades asociadas ha sido y es difícil la decisión respecto a la atención médica para salvar vidas priorizando a la población ‘más joven’, ‘más sana’. Esto genera la urgencia de revisar los derechos a la vida y a la salud que los adultos mayores tienen y que deben ser los mismos que para todos los demás.
FACTORES DE RIESGO
• Mala salud física y mental de la víctima. Personas discapacitadas, con demencia y otras condiciones limitantes.
• Trastornos mentales, abuso de alcohol y otras sustancias en el caso del agresor. Resaltan esas personalidades problemáticas, limítrofes, psicopáticas, narcisistas, paranoides, pasivo-agresivas.
• Género femenino, particularmente desde la perspectiva cultural donde la mujer puede estar devaluada, considerada como de una condición social inferior, simplemente por cuestión de género.
• Compartir vivienda con el agresor. Considerar en caso de hijos y familiares directos la relación previa con el adulto mayor, tener cuidado si esta fue disfuncional; también la dependencia económica del adulto mayor (abuso económico); actos de negligencia en el cuidado, considerando una carga el cuidado a mayor discapacidad.
• Temor del adulto mayor a quejarse o denunciar el maltrato.
• Vínculos intergeneracionales familiares débiles, ausentes.
• Aislamiento y falta de apoyo social.
• Falta de formación, educación, de los cuidadores y remuneración desventajosa en aquellos pagados.
• Atención primaria deficiente, no integral, no adecuada.
• Ausencia o falta de adecuación, aplicación, de normas legales.
• Falta de participación de múltiples sectores de la sociedad incluyendo el propio grupo de adultos mayores que necesitan y debieran empoderarse.